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CARTAS DE LUCIA A VENTURA

Guasimal, 23 de enero de 1960

Sr. Ventura Luis

Mi dulce amado:

Te saludo en el nombre del Señor y es mi oración a Él te sientas bien; yo bien, gracias a Dios.

Amado, yo no pensaba tener carta tuya en Sancti-Spiritus, pero si supieras la alegría que me causó cuando yo le pregunté a Higinia por ti, y que si me habías escrito, y enseguida me entregó la carta. Es verdad lo que me dices, que mi angustia se tornó en alegría. Pasé unos momentos leyéndola tan dulces que no hubiera querido terminar de leerla, pues hubiera querido que fuera más larga tu carta, pero es que me escribes tan poco que imagínate, siempre me quedo con deseos de leer.

Estoy pasando unos días aquí en El Gusano de los más bien. Viejo, se me están pelando los labios del frío; estoy pasando bastante frío, ¿y tú? Antes de anoche no me calentaba, y eso que dormía en cama, pues estoy en casa de Agustina escribiéndote.

Ahora te dejo un momentico para ir a comer, ¿gustas? ¡Ojalá que pudiera ser! Ya algún día, si Dios quiere, comeremos juntos siempre, ¿verdad?

Mi vida, comencé a escribir y si supieras cuan difícil se me hace, pues aquí hay una sola lámpara y Lina está fregando, así es que de aquí casi no veo, pero para ti, aunque sea oscuro, pues para ti nada se me hace imposible.

Tú me preguntas que si lloré esta vez; pues te diré que no, porque enseguida que tú te fuste yo también, y no me dio tiempo a pensar mucho, aunque después en la guagua me dieron deseos.

Me dices que ore por tu fe para mandarme algo, pero no quiero que te sacrifiques. Quiero decirte que no dejes de alimentarte para guardar, pues yo espero que Dios suplirá todo lo que nosotros necesitemos para la boda.

Mi mamá me mandó ya todas las cosas que yo tenía en la casa, pues primero parece que no quería; dice Orestes que hace unos días estuvo en Matanzas y preguntó por mí y lloró muchísimo. Ella quiere ayudarnos también en la boda, pero vamos a ver como Dios permite las cosas.

Mi vida, me dices que te dispense lo poco que me escribes y lo seco, pues como siempre te he dicho, nunca encuentro sequedad en tus cartas, y además, sé los trabajos que se pasan en la campaña. La carta que me enviaste a Florida sí la recibí; yo te la contesté, no sé si la recibirías; creo que te contesté a Bahía Honda.

Amado mío, ya tengo deseos de que pasen estos tiempos de separación y de ausencia para ya llegar a la realidad, para ya no decirte por medio del papel que te quiero, sino para decírtelo a ti mismo. A veces me parece que nunca va a llegar ese día anhelado por mí, y creo que por ti también, ¿verdad? Ahora, cuando pienso en el viaje de México, sabe Dios qué tiempo estaremos sin vernos, sin poder mirarnos, sin poder contemplar tus miradas que llegan a lo más profundo de mi corazón.

Casi siempre que te veo me da mucha pena saludarte por el tiempo que hemos estado sin vernos. Yo no sé si tú te habrás dado cuenta de eso, pero eso es lo que me sucede cuando te veo, y te saludo nerviosa, y no sé qué decirte; yo quisiera ser distinta, pero esto no es culpa mía; sinceramente te lo digo, que no tengo confianza ninguna para decirte las cosas. A veces, por ejemplo, cuando voy a hablar contigo, todo me da pena, y aunque disimulo bastante, creo que me lo has de notar; yo no quisiera ser así, pero esto lo hace el poco roce. ¿Me comprendes mi amor? Yo creo que sí.

Viejo, con el dinero que me diste no he comprado nada todavía, pero lo compraré, si Dios quiere. En Matanzas dejé la maleta con todas las cosas que tengo, así es que cuando estés cerca de Matanzas, o por ahí, si compras algo, lo puedes guardar allí también.

Dime si te alegra que yo vaya a México, o si te alegras que manden a otro por mí; dime sinceramente. Yo creo que estaremos más o menos 6 meses o un año por allá, ¿te agrada eso? Yo digo que un año jugando, pero 6 meses sí yo creo que estaremos.

Yo estaba contenta porque me iba a casar después de la conferencia, pero si Dios quiere que sea más tarde, pues sea como Dios quiere.

Amor mío, yo quisiera que pudieras tocar mis manos; las tengo como un pedazo de hielo, imagínate el frío que está haciendo. ¿Te recuerdas que me dijiste en La Playa que yo tenía las manos frías? Si me las tocas ahora te asustas.

Ya todos los misioneros están acostados, por lo menos los que duermen aquí, y yo soy la única que estoy levantada y lo hago porque mañana tengo que salir temprano y no tengo tiempo después. Quiero que me escribas mucho, porque si a ti te gusta que yo te escriba bastante, a mí también.

Dime si te cortaste el bigote o si me estás complaciendo. Te repito que luces mucho más bonito con bigote, y así me gustas más. No te los cortes, ¿sabes? Bueno haz como tú quieras.

Sin más por esta vez, me despido de ti con todo el cariño, quien te quiere con todo el corazón, tuya,

Lucía González de Luis

Notas: Me contestas a Cabaiguán, a lista de correo, y si te demoras me escribes a Santa Clara. De todas formas puedes escribirme a Cabaiguán, pues hay cultos de espera y tenemos que estar ahí. Recuerda, a lista de correo, porque las cartas se pierden ahora a la dirección.

Recibe afectos de Agustina y María Toledo. Adiós, mi corazón. Te envío una uña que se me partió ahora, para que la guardes como recuerdo. Te quiere,

Lucy.